¡Hola a todos!, por fin podemos decirles que… ¡les hablamos desde Roma!
Debemos reconocer que a pesar de las dificultades por conseguir escabullirnos entre capas y capas de ropa que habíamos sido incapaces de guardar en nuestras mochilas, hemos conseguido la misión de llegar a nuestro destino sanos y salvos.
El día empezó para nosotros a las cuatro y media de la mañana y tras hacer el recuento y comprobar que todos ocupábamos nuestros asientos en el autobús nos pusimos en marcha. La llegada al aeropuerto se sintió como un pellizco en la piel para darnos cuenta de que esto se estaba haciendo realidad. Tras agobios y exámenes por conseguir prepararnos lo suficiente, estábamos seguros de que se convertiría en una experiencia inolvidable y que estábamos cada vez más cerca de sentir que nada podría frenarnos el año que viene en la universidad si conseguíamos adaptarnos fácilmente a los cambios de cultura en Roma. Digamos que, en cierto modo, decidimos experimentar con ello y sacar el mayor provecho posible al viaje. Roma se convertiría en un recuerdo inolvidable, no cabe la menor duda, pero además al echar la vista atrás recordaríamos con nostalgia todo lo que aprendimos entre sus monumentos y calles.
Cuando el avión despegó, dio comienzo así a lo que podríamos llamar como “la tragicomedia de los alumnos del IES La Campiña en Italia”. Se sintió algo así como una obra de teatro en la que no teníamos más guión que las rutas marcadas por nuestros profesores y donde tendríamos tanto tragedia (el dolor que sentirían nuestros piececitos al llegar al hotel tras una buena caminata) como comedia (por todas y cada una de las anécdotas del viaje).
Tras dejar las mochilas en el hotel, nuestra mañana intensa ha comenzado con la exposición de nuestra compañera Claudia Portillo en el Coliseo. ¡Nos vamos a comer auténtica pasta italiana!
Lucía Amador Fernández.



