Hay viajes que uno planea con mapas, horarios y expectativas… y luego están los que te cambian sin que te des cuenta. Mi experiencia Erasmus en Coímbra fue un encuentro inesperado con la vida, y, sobre todo, conmigo mismo. Esta crónica no pretende ser una guía ni un resumen perfecto, sino un intento de atrapar, aunque sea por un instante, todo lo que esta ciudad me hizo sentir.
“A veces, para entender hacia dónde vamos, hace falta alejarnos un poco de todo”
Aproximadamente a las 15:00 nos montamos en el avión en Sevilla rumbo a Oporto. A las 15:00 hora local de Portugal, aterrizamos en Oporto, almorzamos mientras esperábamos al autobús y cuando llegó, nos fuimos dirección a Coímbra.

Cuando llegamos a Coímbra dos personas pertenecientes al personal de Mondego nos esperarían para guiarnos este primer día. Ellos pidieron varios Uber para llevarnos al alojamiento. Cuando todos llegamos, nos asignaron una habitación, por parejas nos fuimos situando en las habitaciones y nos dieron las llaves. Lo primero que hicimos fue lo más conveniente: comprar comida.
Al día siguiente, despertamos con la sensación de haber cruzado un umbral invisible. Era todo lo mismo, pero en otro ambiente diferente.
Salimos a explorar, caminando sin prisa, dejándonos llevar por la curiosidad, descubriendo rincones que pronto serían parte de nuestra rutina y de nuestros recuerdos.
Y cuando cayó la noche, salimos otra vez. No tanto por la fiesta, sino por esa necesidad casi humana de ver cómo late una ciudad cuando el sol se esconde. Coímbra, de noche, tenía un pulso distinto: más estudiantil, más vivo, todos éramos parte de algo más grande, algo que no se puede explicar, solo vivir.


Algunas de las fotos más bonitas de la ciudad de noche son las siguientes:



El lunes por la mañana, nos reunimos en la oficina de Mondego para hablar sobre la FCT. Nos explicaron algunos conceptos sobre la movilización y cuando cada uno sería presentado a la empresa y que día empezaría, ya que todos no podíamos ser presentados el mismo día.

Después de esa reunión presentaron a algunos estudiantes y nos sacaron a cada uno la tarjeta del transporte público.

El día de la presentación es simple. Asistes al sitio que te han asignado para encontrarte con alguien del personal de Mondego y una vez allí a la hora indicada, dicho coordinador te lleva a la empresa para enseñarte el camino y transporte público. Además, ese día, en la empresa, se establece el horario y se nos indica brevemente las tareas que podremos realizar en dicha empresa.
En nuestro día a día, normalmente, cuando más tiempo tenemos para hacer turismo y salir son los fines de semana, ya que no nos tenemos que levantar temprano y tenemos más tiempo libre para nosotros. A diario cada uno se dedica a trabajar, comer, hacer ejercicio y dormir aunque siempre hay tiempo para hablar con los demás y contar cómo nos va a cada uno.

Adjunto aquí algunas de las mejores fotos de estos alocados fines de semana:



Para concluir, hay ciudades que no solo se recorren con los pies, sino con el alma. Coímbra fue una de ellas. No fue solo un lugar en el mapa durante mi Erasmus, sino un espacio en el tiempo donde aprendí mucho más que redes y sistemas: aprendí de mí mismo.
Al principio todo era extraño. Las calles empedradas, el chocante idioma, los rostros desconocidos, las nuevas responsabilidades que debíamos atender, pero se puede decir que con el pasar de los días, esta ciudad te ata a ella y la experiencia es magnífica.
Descubrí miedos que no sabía que tenía, pero también fortalezas que no imaginaba. Al fin y al cabo, Coímbra me ha enseñado a no solo hacer, sino vivir mi vida; momentos como una conversación bajo la lluvia, una sonrisa que cruza idiomas, conocer a estudiantes de ERASMUS como tú, son momentos que se quedan grabados para siempre.
Mirando retrospectivamente, siento que algo ha cambiado en mí. La persona que llegó a Coímbra no es exactamente la misma que se va. Hay más calma en mí, más gratitud en los detalles y más amor hacia mis seres queridos.
Dicen que uno siempre vuelve donde fue feliz. Y sé que de una forma u otra, siempre volveré a Coímbra. Aunque sea en pensamiento, sueños, o en esas tardes en las que la vida me pida una pausa y vuelva a esas calles, a su luz, a todo lo que allí encontré…
Esta ciudad no fue una etapa: fue un espejo, en su reflejo, me encontré. Agradecido con mis profesores, compañeros y todas las personas que han hecho posible esto.
Allí te encuentras, desprotegido
en la inmensidad de la ciudad,
cuestionando todo lo que has sido,
envuelto en mísera soledad.
Entre sus calles empedradas,
el idioma, chocante e inusual,
desconocidas caras y miradas.
Entre sus colinas imponentes,
la vieja universidad y Mondego,
descubro mi yo espiritual, transparente.
Esta ciudad, un espejo.
En su reflejo, me encontré.