¡Buenas noches!, decirles que la tristeza nos invade al pensar que tan solo nos queda un día sintiéndonos como auténticos italianos.
Tal y como prometimos, aún guardamos algo de energía para contarles cómo ha sido nuestra ajetreada tarde. Tras almorzar la mejor lasaña que hemos probado jamás y disfrutar de un helado de pistacho paseando por las calles de Roma, fue momento de dirigirnos a la Plaza Navona.
Aquí, admirados por el escenario, nuestro compañero Alejandro expuso las curiosidades más destacables de la plaza. Seguidamente, Claudia Montero expondría frente a la Fuente de los Cuatro Cantos. Nos sentimos aún más eruditos cuando nuestra compañera nos comentó que esta fuente realizada por el grandioso Bernini alberga figuras que intentan evadir observar la iglesia de Santa Inés realizada por Borromini (ambos en cierto modo “enfrentados” con sus trabajos).
Callejeamos y paseamos entre edificios inmensos y alucinantes hasta llegar a lo que nos dejó sin habla alguna. El Panteón de Agrippa, de un tamaño monumental y una gran cúpula. Aprendimos como curiosidad gracias a Julia que existía una leyenda (que hoy en día se sabe que no es realmente cierta) que hablaba sobre la imposibilidad de que la lluvia entrase en su óculo central. En su interior, entre grandes obras, tradujimos la frase en latín que corona la tumba del gran Rafael.
Conseguimos la mítica foto en el espejo de la Iglesia de San Ignacio de Loyola tras la exposición de nuestra compañera Olivia. Antes de llegar a la gran Fontana di Trevi, como buenos “humanísticos”, no pudimos evitar hacernos con las versiones italianas de nuestros libros favoritos en una tienda de segunda mano súper acogedora.
Finalmente, conseguimos las fotos más importantes para confirmar nuestra estancia en Roma y lanzamos las monedas a la fuente con nuestros más bonitos sueños por cumplir. Amalia sería la encargada de conducirnos entre su majestuosidad.
La noche terminó de manera excepcional en un restaurante que sin duda se convierte en nuestro lugar favorito.
Como diría Kate Douglas “hay una especie de magia cuando nos vamos lejos y, al volver, hemos cambiado”.
Prepárense para el mejor final, les aseguramos que será de película.
Lucía Amador Fernández.



